¿Qué pudo haber visto o experimentado un hombre de un altísimo reconocimiento social en cuanto a familia, con ciudadanía envidiable, de sobresaliente preparación intelectual y adinerado, para dejar todas estas posesiones?
¿Acaso fue una madura pareja sentimental, un tesoro de incalculable precio, poder sin límites o talvez, fama en todo el mundo? Lo que ocurrió fue que convivió con el único Salvador incomparable; en Él, aprendió a tener un estilo de vida invaluable, recibió la paz que motivó al respeto y sinceridad entre sus compañeros y hermanos, conoció el verdadero amor basado en el perdón con el que ayudó a romper las cadenas de muchos y por la autoridad y sabiduría del gran maestro, expuso la Verdad que da vida nueva.
Experimentó el milagro de una apasionada y ejemplar vida, por medio de la muerte del Santo, el verdadero Dios hecho carne.
Filipenses 3:4-7 Reina-Valera 1960
4 Aunque yo tengo también de qué confiar en la carne. Si alguno piensa que tiene de qué confiar en la carne, yo más:
5 circuncidado al octavo día, del linaje de Israel, de la tribu de Benjamín, hebreo de hebreos; en cuanto a la ley, fariseo;
6 en cuanto a celo, perseguidor de la iglesia; en cuanto a la justicia que es en la ley, irreprensible.
7 Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo.
1 Corintios 2:2
2 Pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado.
Isaías 53:4-5
4 Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido.
5 Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados.
-El castigo de nuestra paz (el milagro de la vida a través de una muerte)