Cierta vez dijo Napoleón a su ayudante: “vísteme despacio que voy de prisa”. Los afanes, preocupaciones, ocupaciones y proyectos, tienden a inclinar la vida hacia ellos. Tal es su condición esclavizante y limitante, que hasta procuran no dar tiempo a la enfermedad, concientizan a la mente a ser compañera de la aflicción y al cuerpo, estar enemistado con el descanso y la salud. Y, ¿qué diremos del espíritu? Neutralizan su deseo natural de ser fuerte en concepciones eternas, por medio de una ambientación carnal y materialista; acostumbrándolo a conocimientos vacíos y banales.
Eclesiastés 3:1-8 Reina-Valera 1960
1 Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora.
2 Tiempo de nacer, y tiempo de morir; tiempo de plantar, y tiempo de arrancar lo plantado;
3 tiempo de matar, y tiempo de curar; tiempo de destruir, y tiempo de edificar;
4 tiempo de llorar, y tiempo de reír; tiempo de endechar, y tiempo de bailar;
5 tiempo de esparcir piedras, y tiempo de juntar piedras; tiempo de abrazar, y tiempo de abstenerse de abrazar;
6 tiempo de buscar, y tiempo de perder; tiempo de guardar, y tiempo de desechar;
7 tiempo de romper, y tiempo de coser; tiempo de callar, y tiempo de hablar;
8 tiempo de amar, y tiempo de aborrecer; tiempo de guerra, y tiempo de paz.
Marcos 4:18-19
18 Estos son los que fueron sembrados entre espinos: los que oyen la palabra, 19 pero los afanes de este siglo, y el engaño de las riquezas, y las codicias de otras cosas, entran y ahogan la palabra, y se hace infructuosa.