La Unción

Juan Diego Jaramillo | 8 de julio de 2021

Arrodillada, por un buen tiempo, no cesaba de llorar y besar los pies del Santo Dios, hecho hombre; ya había derramado un costoso perfume sobre la cabeza del Hijo del Altísimo; pero, ¿qué será lo que en verdad, es de valor para el gran maestro? ¿Necesitará algo el dueño del Universo, de la vida, del oro y de la plata?

Secaba con su larga cabellera, las lágrimas que caían sobre los preciosos pies del Salvador, derramando su corazón en arrepentimiento sincero y ruegos humildes, expresaba al único que la trató con pureza, perdón y desinterés, el deseo de ser parte de sus discípulos. ¡Qué admirable y ejemplar disposición! No le importó ni sus pertenencias materiales, ni la crítica o el desprecio con el cual sería mirada; solo anhelaba servirle y estar cerca, aunque fuese por un rato, del que vivía el amor y transmitía la paz. 

Lucas 7:36-38 Reina-Valera 1960

36 Uno de los fariseos rogó a Jesús que comiese con él. Y habiendo entrado en casa del fariseo, se sentó a la mesa.
37 Entonces una mujer de la ciudad, que era pecadora, al saber que Jesús estaba a la mesa en casa del fariseo, trajo un frasco de alabastro con perfume;
38 y estando detrás de él a sus pies, llorando, comenzó a regar con lágrimas sus pies, y los enjugaba con sus cabellos; y besaba sus pies, y los ungía con el perfume.

Lucas 14:11

11 Porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla, será enaltecido.

1 Pedro 5:6-7

6 Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte cuando fuere tiempo;
7 echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros.

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