La respuesta de diez jovencitas a su profesor, fue: “en el espejo, después de maquillarnos, podemos observar inseguridad”. De manera imprecisa, sospechaban que detrás de la cara, convivían con algo más valioso que traspasaba los límites de la materia y las apariencias a las que se encontraban sujetas.
En la edad media, utilizaban máscaras de cera en las fiestas; cuando adivinaban, quién se encontraba detrás del antifaz, exclamaban, ¡sin cera! De allí, viene la palabra sincera.
Lo mejor que puede pasar a alguien, en términos de placer y diversión, es ser sincero consigo mismo.
Santiago 1:23-25 Reina-Valera 1960
23 Porque si alguno es oidor de la palabra pero no hacedor de ella, éste es semejante al hombre que considera en un espejo su rostro natural. 24 Porque él se considera a sí mismo, y se va, y luego olvida cómo era. 25 Mas el que mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, éste será bienaventurado en lo que hace.
Romanos 8:24-25
24 Porque en esperanza fuimos salvos; pero la esperanza que se ve, no es esperanza; porque lo que alguno ve, ¿a qué esperarlo? 25 Pero si esperamos lo que no vemos, con paciencia lo aguardamos.