La historia registra algunos degradantes y preocupantes datos, sobre el comportamiento social de la mujer y el hombre; por ejemplo, en Pompeya, la ciudad romana que fuese destruida por un volcán, las dos únicas labores remuneradas de la mujer eran, la prostitución y los oficios domésticos; y en el antiguo Egipto, donde se practicaba la esclavitud, para servir en las mejores familias, incluso había voluntarios. En ocasiones, personas arruinadas, se vendían así mismas a familias ricas.
El Dios de los cielos y de la tierra, no tiene como propósito, estar inventando sentencias sin razón o persiguiendo a la humanidad para que no sigan cayendo en su descontrol y soberbia oposición a sus perfectos mandamientos; su deseo es que procedamos al arrepentimiento, desde una decisión voluntaria, humilde y sin presión alguna.
En un recóndito lugar del África, un misionero se dio a la urgente tarea de poder hacerse entender a una tribu especializada en guerra y en matanzas; con el tiempo, llegó a la conclusión que el fin de muchos conflictos bélicos, se alcanzaba cuando su enemigo sacrificaba al primogénito y heredero al poder. Reunió a los caciques de varios pueblos implicados, para contarles acerca del más grande príncipe de todos los tiempos, poseedor de riquezas y poderes sin límites, y temido por toda tribu, pueblo y nación; que decidió dejar toda su majestad y dominio, para ser sacrificado, y así, unir en paz y libertad a los hombres.
Quedaron tan perplejos y pensativos, que, para hallar solución a su curiosidad, preguntaron al siervo de Dios, de quién se trataba; este comenzó a narrarles la preciosa historia de Jesús, y cuando la terminó, todos los gobernantes indígenas y sus comunidades creyeron en Jesucristo.
Filipenses 2:5-8 Reina-Valera 1960
5 Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús,
6 el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse,
7 sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres;
8 y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.
Isaías 53:3-5
3 Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto; y como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos.
4 Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido.
5 Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados.