Se cuenta, que en el mercado de esclavos, una fuerte y joven mujer, era vendida por $190 mil dólares; algunos, ofrecían $100 mil; otros, $150 mil. Hasta que llegó un hombre, cubierto de finos atuendos y colocando en la mesa del esclavista la totalidad del dinero, exclamó: ¡La compro! A continuación, entregaron el pagaré de la mujer en sus manos, haciéndolo legalmente su propietario. El elegante personaje, deposita fijamente su mirada en la esclava para decirle, toma el pagaré; ¡eres libre! Y comenzó a dejar el lugar.

Ella, sorprendida y confundida, corrió tras él y arrodillándose; sin mirarlo, dijo: deseo ser su esclava. El, extendiendo su mano, la ayudó a levantarse; y así, fue su sierva, llegando a ser heredera de su gran fortuna.

En este mundo de menesterosas actitudes y comportamientos desenfrenadamente turbios, ¿quién osaría entregar semejante cantidad de dinero por nada? ¿alguien podría llevar este precio de esclavitud sacrificando su vida?

Isaías 53:4-5 Reina-Valera 1960

4 Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido.
5 Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados.

Juan 10:17-18

17 Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar.
18 Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre.