Ante la mirada impotente y curiosa de los asistentes a una reunión dominical, un diácono sacó de su maletín un serrucho; ¿para qué? Se preguntaban los confundidos espectadores; inmediatamente y ante el gran asombro y confusión de los presentes, comienza a partir el púlpito por la mitad. Para cuando la totalidad de los miembros de la congregación llegaron, ya el mueble se encontraba separado en dos partes. El servidor del grupo expresó, dirigiéndose a dos predicadores que laboraban allí: para que no se presenten en el futuro más divisiones entre ustedes dos, ¡tome cada uno su parte!
Durante algún tiempo, la hostilidad y la competencia caracterizaba "la hermandad" entre ellos; si el trabajo se hiciese para la gloria y honra del Señor Jesucristo y si el tema principal de los estudios bíblicos fuese precisamente la Biblia, hace bastante tiempo, que las confrontaciones egoístas entre hermanos hubiesen huido.
Santiago 4:1-3 Reina-Valera 1960
1 ¿De dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros? ¿No es de vuestras pasiones, las cuales combaten en vuestros miembros?
2 Codiciáis, y no tenéis; matáis y ardéis de envidia, y no podéis alcanzar; combatís y lucháis, pero no tenéis lo que deseáis, porque no pedís.
3 Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites.
Filipenses 1: 15-18
15 Algunos, a la verdad, predican a Cristo por envidia y contienda; pero otros de buena voluntad.
16 Los unos anuncian a Cristo por contención, no sinceramente, pensando añadir aflicción a mis prisiones;
17 pero los otros por amor, sabiendo que estoy puesto para la defensa del evangelio.
18 ¿Qué, pues? Que no obstante, de todas maneras, o por pretexto o por verdad, Cristo es anunciado; y en esto me gozo, y me gozaré aún.
Colosenses 3:23-24
23 Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres;
24 sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís.